Creemos que el ejercicio de comer y beber con una botella de vino y la mesa bien parada puede ser más elocuente que cualquier discurso de marca. Porque hay quien concibe el vino como algo solemne, ritualizado, envuelto en fórmulas. Pero desde nuestra periferia rural, nosotros preferimos ponerlo en la mesa como un elemento más de la dieta mediterránea. Como hemos hecho siempre. Por necesidad. Por placer. No como rito protocolario, sino como expresión genuina de hospitalidad. En Ca l'Eugeni siempre tenemos la puerta abierta. Literal y literariamente.
En nuestra casa hay quien cocina, quien escribe, quien da comida a los pollos, quien poda o quien remueve botellas: todos formamos parte del mismo impulso de comprender, de intervenir poco y de celebrar mucho. No tenemos horarios. Si llamas, abrimos. La puerta siempre está abierta porque nos gusta vagar a ratos, probar los vinos directamente del depósito, hablar del tiempo, o añadir platos a la mesa con un santiamén. Ca l'Eugeni no es una bodega. No sólo. Es nuestra casa. Una invitación a quedarse un poco más. Bienvenidos, pasad, pasad.